martes, 7 de junio de 2011

POR CIERTO...



La entrada que dedicaste a Laika Fatien trajo a mi memoria uno de los conciertos más emocionantes a los que he tenido la suerte de asistir. El escenario era el mejor auditorio que, acústicamente hablando, tiene Madrid, el anfiteatro del Colegio de Médicos, y la protagonista del concierto una mujer que he admirado con devoción, Abbey Lincoln, a la que tuve la suerte de escuchar en directo, tan cerca que puede hacerle esta y otras fotos que conservo, a pocos años de su muerte. Abbey, una mujer que aunaba toda la fuerza de su rebeldía y una dulzura increíble a la hora de decir sus canciones.



Ann Marie Woodridge, que ese era su verdadero nombre, tomó el del presidente que abolió la esclavitud como nombre artístico para una carrera que desarrolló tanto en la música como en la pantalla. En el cine la recordamos en películas como "Un hombre para Ivy", que protagonizó, y apariciones en numerosas series de televisión.
Abbey, activista por los derechos civiles, compartió con su marido, el baterista Max Roach, una militancia, en la que su música se convirtió en una magnífica arma de penetreción en la conciencia de los ciudadanos estadounidenses.



De una increíble y serena belleza, esta mujer -como digo- puso toda su fuerza y su arte al servicio de la causa de los derechos civiles, dejando que sus conciertos y sus grabaciones se marcasen con esa etiqueta, a vecs perjudicial para su carrera.
De alguna manera, fue Spike Lee,  en tu admirada "Mo' better blues", quien volvió a colocarla, ya en los noventa, en el mercado. Desde entonces, hasta que nos dejó hace diez meses hemos disfrutado del  regalo de sus hermosas canciones, entre ellas, ésta, homenajeada por Laika Fatien.



Uno, que tiene tendencia a "colgarse" con los destellos de belleza, lo está con el primer corte de su álbum "Wholly Earth", en el que demuestra lo grande y hermosa que podía ser esta mujer, ya al borde de los setenta. Y no sólo por la cantidad de vida que encierran los matices de su voz, sino por la elegancia de ese cuerpo y ese rostro, asumidos con naturalidad. Por eso, entre otras muchas razones, adoro este "And it's supposed to be love",



Siete años después de publicar este magnífico "Wholly Earth", que -como dogo- me cautivó para siempre, y apenas unos meses después de aquel concierto en el Colegio de Médicos de Madrid, hubo de llevar su cansado corazón  al quirófano. Finalmente en 2010 -en agosto hará un año- falleció a los ochenta en Manhattan.
Nos queda su arte, a veces tan desnudo como en este súo con el magnífico Hank Jones.


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