miércoles, 8 de junio de 2011

LA CHICA DE LA CALLE HA VUELTO
























Mi alma de procrastinador, la que me empuja a dejar para mañana el dejar de serlo, me ha permitido esta vez recibir como se merece el último álbum de Madeleine Peyroux. la chica que, no hace tanto, cantaba por unas monedas en las calles de París.



La espera no ha sido esta vez tan larga como esas a las que nos tenía acostumbrados y, si he de ser sincero, ha sido mucho más productiva, porque este "Standing on the rooftop" es mucho más brillante, a veces sublime, que su anterior "Barebones".
La misma Madeleine habla de él en éste, el primer clip promocinal que ha liberado la compañía.



Que Madeleine era magnífica en las versiones, lo dejó claro desde aquel prmer disco "Dreamland" que arrancaba con ese "Walking after midnight" que había popularizado Patsy Cline. Lo corroboró en su segundo "Careless love", aparecido ocho años después, tras una desaparición difícilmente explicable   -quién sabe si precisamente por ello- en un mundo lleno de ambicones y prisas. De ese álbum de la resurrección, es la preciosa "J'ai deux amours"



Aún recuerdo la primera vez que escuché a Madeleine, sin saber todavía nada de ella, en uno de esos puesto de escucha que había en la FNAC, entonces sólo había una, y cómo me sorprendio esa voz que de alguna manera recordaba a la castigada y expresiva voz de Billie Holiday. Una de esas voces ásperas y llenas de vida tan alejadas de las "voces de gimnasio" que tan de modoa pusieron la OT que en el mundo han sido. Una voz, increíblemente negra para su sonrosada piel que le permitía salpiar, cuando no llenar, de canciones "negras" su repertorio. Canciones como ese "I'm gonna sit righ down and write myself a letter" que hizo famoso a Billy Williams que te hacía caminar a saltitos por los pasillos.
Pero también fue capaz de "bordar" canciones blancas y dulces como "La javanaise" del genial  Serge Gainsbourg que tuve la suerte de escucharle, "a capela" y frente a un silencio devoto, en el todavía Centro Cultural de la Villa de Colón. Reconozco que me dejé transportar no sé a dónde y, como diría un enamorado, me hizo suyo para siempre.
Un poco más adornada, y un poco menos sincera que aquella, aquí va esta otra versión, grabada en un concierto en Washington.



El "Standing on the rooftop" que ayer se puso a la venta tiene dos magníficas versiones de sendos temas de The Beatles, "Martha my dear" y Bob Dylan "I Threw It All Away", además de magníficas colaboraciones en el estudio, como la de la sublime Me'Shell Ndegéocello, o en la composición, como la del ex rolling Bill Wyman, como este "The Kind You Can't Afford", un blues ligero que más de uno ha podido escuchar en la gira de rodaje que la Peyroux ha llevado a cabo por varias ciudades españolas



Para enamorados de esta sonrosada juglar -me niego a feminizar plabra tan hermosa- del Mississippi y el Sena, se ha lanzado una edición limitada que incluye un DVD de dos horas de duración, con directos, entrevistas y un documental sobre su vida.

martes, 7 de junio de 2011

POR CIERTO...



La entrada que dedicaste a Laika Fatien trajo a mi memoria uno de los conciertos más emocionantes a los que he tenido la suerte de asistir. El escenario era el mejor auditorio que, acústicamente hablando, tiene Madrid, el anfiteatro del Colegio de Médicos, y la protagonista del concierto una mujer que he admirado con devoción, Abbey Lincoln, a la que tuve la suerte de escuchar en directo, tan cerca que puede hacerle esta y otras fotos que conservo, a pocos años de su muerte. Abbey, una mujer que aunaba toda la fuerza de su rebeldía y una dulzura increíble a la hora de decir sus canciones.



Ann Marie Woodridge, que ese era su verdadero nombre, tomó el del presidente que abolió la esclavitud como nombre artístico para una carrera que desarrolló tanto en la música como en la pantalla. En el cine la recordamos en películas como "Un hombre para Ivy", que protagonizó, y apariciones en numerosas series de televisión.
Abbey, activista por los derechos civiles, compartió con su marido, el baterista Max Roach, una militancia, en la que su música se convirtió en una magnífica arma de penetreción en la conciencia de los ciudadanos estadounidenses.



De una increíble y serena belleza, esta mujer -como digo- puso toda su fuerza y su arte al servicio de la causa de los derechos civiles, dejando que sus conciertos y sus grabaciones se marcasen con esa etiqueta, a vecs perjudicial para su carrera.
De alguna manera, fue Spike Lee,  en tu admirada "Mo' better blues", quien volvió a colocarla, ya en los noventa, en el mercado. Desde entonces, hasta que nos dejó hace diez meses hemos disfrutado del  regalo de sus hermosas canciones, entre ellas, ésta, homenajeada por Laika Fatien.



Uno, que tiene tendencia a "colgarse" con los destellos de belleza, lo está con el primer corte de su álbum "Wholly Earth", en el que demuestra lo grande y hermosa que podía ser esta mujer, ya al borde de los setenta. Y no sólo por la cantidad de vida que encierran los matices de su voz, sino por la elegancia de ese cuerpo y ese rostro, asumidos con naturalidad. Por eso, entre otras muchas razones, adoro este "And it's supposed to be love",



Siete años después de publicar este magnífico "Wholly Earth", que -como dogo- me cautivó para siempre, y apenas unos meses después de aquel concierto en el Colegio de Médicos de Madrid, hubo de llevar su cansado corazón  al quirófano. Finalmente en 2010 -en agosto hará un año- falleció a los ochenta en Manhattan.
Nos queda su arte, a veces tan desnudo como en este súo con el magnífico Hank Jones.