lunes, 26 de julio de 2010

PST DATA AL POR CIERTO...

Gracias al amigo Daeddalus he caído en la cuenta de un dato que tenía y olvidé: Ana Serrano van der Laan es también la voz que se escondía detrás de la enigmática Rita Calypso que tanto gusta en Japón. Tengo los dos discos que edito Siesta. Dos álbumes magníficos para dejarse llevar y perderse bailando por los pasillos, como con este "Paper maché" de Burt Bacharach.

lunes, 19 de julio de 2010

POR CIERTO...


Por cierto, las luces y las lentejuelas unas veces dan y otras quitan.
Me explico, llevaba tiempo queriendo hablaros de una mujer a la que escuché en uno de esos directos de Radio 3, enamorándome sin remisión de su voz y de su simpatía. Tanto me gustó esa voz y esa forma de estar que abrí las orejas y me enteré de que su nombre artístico era, es, Ana Laan, aunque en los papeles figura como Ana Serrano Van der Laan. Me enteré también de que había nacido en España y de que, de niña, vivió en Noruega. Comprobé que domina el español y el inglés y que hace pinitos en noruego. Inmediatamente busqué sus discos y los encontré, dos, en iTunes. A partir de ahí no he dudado en presumir del hallazgo ante mis amigos, al igual que hago ahora con vosotros.
Paciencia con el clip, porque el sonido es un tanto modesto, pero la anécdota de la introducción es reveladora.
Realente, Ana es buena ¿O no?



Orégano, hermosa palabra, es el título de su primer disco -el segundo se llama "Chocolate y Rosas" y, entre ambos, pasaron muchas cosas. Tonto de mí, me conformé con su música y sus letras, sin preocuparme mucho más por saber quién era. Y resultó que era esa guapa mujer, alta y bella, a la que, empujando un carrito con un niño grande y rubio había visto alguna vez en los pasillos de la SER, cuando entrevistaban a Jorge Drexler. Y cuando confirmé el dato, deduje que en esta preciosa canción se hablaba de ella.



Qué lejos está esta bossa de lo que pasó tras el óscar por "Al otro lado", la canción de "Diarios de una motocicleta" y las lentejuelas. Ana había dejado de lado su carrera, sus conciertos en Libertad 8 y quién sabe donde, para cuidar a su hijo, el de Drexler, y, de repente, todo se vino abajo. La verdad es que esto que ahora os cuento no es el escándalo de cualquier programa de telebasura, sino algo más íntimo y doloroso que mereció, por ejemplo, el reproche público de Diego Manrique, un reproche que no sentó nada bien al cantautor uruguayo.
La verdad es que, como cantante y como inspiradora de canciones, prefiero a la íntima y secreta Ana, tan lejos de las portadas y la impudicia de la nueva relación de Drexler. Me quedo también, sin dudarlo, con los apasionados discos de los primeros años en España de Drexler, antes que con sus últimos trabajos y, cómo no, con esta "canción reproche" de Ana, antes que con la sofisticación hueca de Marlango.

ESAS CHICAS

Hace ya tiempo que el folk dejó de ser esa música un tanto ñoña que servía lo mismo para el coro de una iglesia que para un fuego de campamento.  Tras años de "himnos de batalla" o voces precisoistas, Joan Baez o Judy Collins, por ejemplo, llegaron al folk mujeres que, más allá de la belleza de sus voces o de su virtuosismo a la guitarra, tenían muchas e interesantes cosas que decir.

Afortunadamente, aquellas pioneras que se formaron en torno a la ciudad de Boston y sus festivales tienen ya relevo, qué digo relevo, relevos.
Sucesivas generaciones de cantautoras que, desde el humor más cañero a la dulce melancolía, llenan aquella brecha abierta, primero por la inefable Odetta y, a continuación, por Joan Baez o Judi Collins.
El gran salto en el vacío lo dio una mujer, Joni Mitchell, que, tras unos prncipios puristas en dúo con el marido que le dio el apellido y una hija que no quiso criar, se fue embebiendo del rock y el jazz que hacían sus "amigotes", hasta convertirse en una de las grandes autoras del último medio siglo.
Autora de gran prestigio, las canciones de Joni Mitchell se mueven a la perfección en el territorio del jazz, de la mano de sus queridos Herbie Hancock o Wayne Shorter, o en el del rock, como aquel sublime "Woodstock" de Crosby, Stills, Nash & Young o este "Big Yellow Taxi" que redescubrieron para el cine hace apenas unos años los Counting Crows.



Hay mucha música y mucha literatura en las canciones de Joni Mitchell y, de algún modo, podemos considerarla la madre de generaciones posteriores, ahora entre los cuarenta y los cincuenta, que han seguido sus pasos, recogiendo desde diferentess camposel testigo que, por cierto, aún no ha dejado.
Una de mis preferidas, digna de mejor suerte, es la preciosista Shawn Colvin, admirada y reclamada para alguno de sus discos por Mary Chapin Carpenter y capaz de momentos de belleza como éste, en el que la acompaña, con su voz y su violóín, Allison Kraus.




Con una historia durísima que arranca en Nueva Orleans y pasa por una fuga del hogar de sus padres adoptivos, una pareja italiana,, con robo del coche familiar incluido y continúa con drogas, centros de rehabilitación, y cárcel -cumplió los 18 años en prisión- Mary Gauthier destila una sensibilidad que se mete por todos los poros de la piel, hasta encogérnos el corazón. Creo que detrás de su música, hermosamente melancólica, se esconde toda la dureza de una sociedad, la norteamericana, en la que, desde hace años, no hay lugar para la misericordia.



Otra luchadora de la música, a la que descubrí casi por casualidad, es Ani DiFranco, también hija de inmigrantes italianos que, con apenas dieciséis años, ya editaba sus propias cassettes y que, quizá por eso, nunca quso entrar por el aro de las discográficas y creó la suya propia "Righteous Girl Records", algo así como "los discos de la chica que hace lo correcto", para grabar lo que quería y cuando quería y, además, a aquella gente en la que creía. Gracias a su calidad, su sello encontró pronto distrbución mundial y el que quiso pudo escuchar sus canciones sin recato ni censura. Canciones como este "Untouchable face", uno de susu primeros éxitos.



Sin exagerar, serían decenas las herederas de Joni Mitchell dignas de menció, pero hay poco espacio para ser exhaustivo y, por terminar, os dejo una "rara avis", desgraciadamenta mal o nada distribuida en España, Erin McKeown, virtuosa de varios instrumentos, gusta de pasear sus orígenes "folkies" por las fronteras del rock y,por qué no, del jazz. Aquí interpreta "Melody", dando prueba de esto último y manejando, sin desmerecer al mismísimo Les Paul, su guitarra.