miércoles, 6 de abril de 2011

POR CIERTO...























Por cierto. Tu entrada sobre el gran Brassens, un tipo curioso, capaz de pasar gran perte de la guerra encerrado en el piso de uno matrimonio amigo y quedarse a vivir allí, sin salir apenas, después de la liberación, me ha traído a la memoria las innumerables versiones que de sus canciones se hicieron en español.
No hay que olvidar que en lso primeros sesenta, que es cuando se tuvo aquí noticia de la música del genial Brassens, el idioma que se estudiaba en el bachiller era el francés y que, salvo para quienes emigraban a América o Alemania, el extranjero apenas iba más allá de París, y, por tanto, las bocanadas de libertad que permitían "ir tirando a los españoles", vanían casi siempre de Francia.
No debe extrañar por tanto que se versionase, cuando no que se plagiase descaradamente, a Brassens, Brel y tantos cantantes, si no franceses, sí en francés.
Sin ir más lejos, el propio Brassens que, en el volumen que su antología dedica a las viejas canciones firmadas por otros que Brassens interpreta con su pianista Jean Bertola, "Georges Brassens chante les chansons de sa jeneusse", se incluyan tres tesoros que son las propias versiones que Brassens grabó en español de tres de sus canciones "La mala reputación", "La pata de Juana" y "El testamento". Aquí va la más conocida, porque, entre otras cosas, la "coloqué" como sintonía de una de las tertulias de "A vivir que son dos días" en la SER



Quien quizá antes, o al menos mejor, nos metió a los españoles el veneno de Brassens en el cuerpo fue Paco Ibáñez, un impagable precursor de tantas cosas, que hizo suyas muchas de las canciones del padre de los cantautores europeos.




Y si Paco Ibáñez fue el primero, no cabe duda de que quien más empeño ha puesto en cantarnos a Brassens en español ha sido Joaquín Carbonell que, como alumno de Labordeta en su instituto de Teruel, no tenía más remedio que hacerse cantautor. Dos son, al menos, los álbumes que Carbonell ha dedicado a Brassens. Uno en estudio y otro en directo. Del primero, ahí va esta “Marquesa”.




Mira por donde, Joaquín Carbonell tuvo el auxilio de otro Joaquín, mandragoriano él, aunque no el que más brassensiano, como lo es el apellidado Sabina para esta, su, versión de “Le gorille”.




Creo recordar, y  no me extrañaría, haber escuchado a Moncho Alpuente cantando este gorila. Pero fue en la noche de los tiempos, cuando se cantaba en cualquier plaza, icluso desde el altar de alguna iglesia. Peo me temo que de aquellos años, con Franco y sin móvil, difícilmente queden testimonios.  Por eso me voy hacia Alicante, donde nos encontramos con Antonio Selfa que canta “picaruelo” a la inocente y solidara Margot.



Y, como dos cantan, si lo hacen bien, mejor que uno. Aquí os dejo con Selfa y Eva Denia, que ha hecho del repertorio de Brassens, en francés, el de su trío. Pero hoy vamos de Brassens en español y por eso al, les, escuchamos en su versión de “El almendro”.

AL ESTE DEL EDÉN




























Suponiendo que alguna vez la industria musical española hubiese sido un Edén, que lo fue, pero decadente, al este de ese Edén latió siempre un corazón tan rebelde como el del personaje James Dean en la película que dirigió Kazan basándose en la novela de Steinbeck. Y ese corazón late rebelde, no sólo en cuanto al hecho de expresarse en otra lengua, la suya, sino en las mismas formas musicales. Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte y más allá de los restos y secuelas de un fenómeno como lo fue el de La Nova Cançó, ha surgido una forma de expresión que ni siquiera sé si es un movimiento musical, hijo quizá de las imaginativas aventuras de Jaume Sisa que acaba por superar fronteras.
Aunque, como ácrata que se precia de serlo, Albert Plá es un fruto extraño e inconstante, quizá sea quien dio el primer paso en ese camino, mezcándo lenguas, barajando música y teatro,  jugando con las raíces charnegas de la música catalana. y, siempre, marcando la diferencia.



Curiosamente, en las más recientes apariciones públicas de Pla, incluido un famoso concierto en el París de Fernández, tiene un compañero de viaja, con él que parece haber sintonizado a las mil maravillas. Ese partenaire es Joan Miquel Oliver, alma del grupo mallorquín Antònia Font, capaz de imaginar historias, no por su pretendida candidez, menos inquietantes que las de Pla.



Lo de Antónia Font, el grupo matriz de Joan Miquel Oliver es algo así como el arte total. Desde el nombre, que adoptaron como homenaje a la única espectadora de su primer concierto a sus trabajadísimos clips, verdaderas obras de arte. Es como si todas las ansias creativas de los ochenta aflorasen ahora, más sabias y con más medios.




Por algo Antònia Font llena teatros incluso en la meseta y por algo en apenas década y media de existencia han cosechado premios tan importantes como el Nacional de música de Cataluña o el premio al mejor disco de pop nacional por su disco “Coser i cantar”, una especie de sinfonía que engarza lo mejor de su cosecha, envuelto todo en el celofán de una orquesta.



Oliver, con hermosos discos en solitario, está siempre dispuesto al encuentro y a la tormenta de cerebros. Ya hemos hablado de sus aventuras con Albert Pla, pero también las ha habido con quien con aquel “Qualsevol nit pot sortir el sol” inauguró la autopista por la que circulan  vete tú a saber hasta dónde.




El camino ha sido largo y, sobre todo, difícil. Pero ha dado sus frutos. Hace unos años hubiese parecido impensable, especialmente desde que, tras el fin de la dictadura y en medio de las dictablandas, lo catalán dejó de tener ese halo de rebeldía que tanto se echa de menos. Pero algo ha cambiado, porque un grupo catalán que canta en catalán, Manel. Ha conseguido, en tiempos de manta y descargas, encaramarse a lo más alto de la lista de ventas nacional con un trabajo tan delicado como este “Anniversari”.



Esperemos que cunda el ejemplo y se desparrame tanta genialidad como debe haber escondida en el resto de España. Yo, como premio por haber llegado hasta el final, os regalo el “linkado” con esta otra maravilla.