Suponiendo que alguna vez la industria musical española hubiese sido un Edén, que lo fue, pero decadente, al este de ese Edén latió siempre un corazón tan rebelde como el del personaje James Dean en la película que dirigió Kazan basándose en la novela de Steinbeck. Y ese corazón late rebelde, no sólo en cuanto al hecho de expresarse en otra lengua, la suya, sino en las mismas formas musicales. Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte y más allá de los restos y secuelas de un fenómeno como lo fue el de La Nova Cançó, ha surgido una forma de expresión que ni siquiera sé si es un movimiento musical, hijo quizá de las imaginativas aventuras de Jaume Sisa que acaba por superar fronteras.
Aunque, como ácrata que se precia de serlo, Albert Plá es un fruto extraño e inconstante, quizá sea quien dio el primer paso en ese camino, mezcándo lenguas, barajando música y teatro, jugando con las raíces charnegas de la música catalana. y, siempre, marcando la diferencia.
Curiosamente, en las más recientes apariciones públicas de Pla, incluido un famoso concierto en el París de Fernández, tiene un compañero de viaja, con él que parece haber sintonizado a las mil maravillas. Ese partenaire es Joan Miquel Oliver, alma del grupo mallorquín Antònia Font, capaz de imaginar historias, no por su pretendida candidez, menos inquietantes que las de Pla.
Lo de Antónia Font, el grupo matriz de Joan Miquel Oliver es algo así como el arte total. Desde el nombre, que adoptaron como homenaje a la única espectadora de su primer concierto a sus trabajadísimos clips, verdaderas obras de arte. Es como si todas las ansias creativas de los ochenta aflorasen ahora, más sabias y con más medios.
Por algo Antònia Font llena teatros incluso en la meseta y por algo en apenas década y media de existencia han cosechado premios tan importantes como el Nacional de música de Cataluña o el premio al mejor disco de pop nacional por su disco “Coser i cantar”, una especie de sinfonía que engarza lo mejor de su cosecha, envuelto todo en el celofán de una orquesta.
Oliver, con hermosos discos en solitario, está siempre dispuesto al encuentro y a la tormenta de cerebros. Ya hemos hablado de sus aventuras con Albert Pla, pero también las ha habido con quien con aquel “Qualsevol nit pot sortir el sol” inauguró la autopista por la que circulan vete tú a saber hasta dónde.
El camino ha sido largo y, sobre todo, difícil. Pero ha dado sus frutos. Hace unos años hubiese parecido impensable, especialmente desde que, tras el fin de la dictadura y en medio de las dictablandas, lo catalán dejó de tener ese halo de rebeldía que tanto se echa de menos. Pero algo ha cambiado, porque un grupo catalán que canta en catalán, Manel. Ha conseguido, en tiempos de manta y descargas, encaramarse a lo más alto de la lista de ventas nacional con un trabajo tan delicado como este “Anniversari”.
Esperemos que cunda el ejemplo y se desparrame tanta genialidad como debe haber escondida en el resto de España. Yo, como premio por haber llegado hasta el final, os regalo el “linkado” con esta otra maravilla.
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