viernes, 23 de septiembre de 2011

POR CIERTO...


Por cierto... supongo que es porque ya no me muevo por los barrios en los que la música fluye de la gente, aunque también poidría ser porque a la gente que decide en esto de la música ya no les interesa la calles. lo cierto es que aquí, en España, al menos en la ciudad de Madrid, que es por donde yo me muevo, hace tiempo que no brota la música como antes. Quizá me equivoque y os juro que me gustaría.
Ya no hay un sonido, a la vez distinto y con raíces, como lo fueron en su día los hermanos Amador, que dieron para "Pata Negra" y mucho más.



Algo parecido ocurrió en Barcelona, donde la calle y sobre todo los gitanos, que vienen a ser en cuanto a creación muiscal como los negros de América, "parieron" algo tan universal ya como la rumba de Barcelona que ya es la rumba gitana y que recogio como nadie un tal Javier, llegado en un barco desde la Argentina.



 Difícilmente podrá nadie escribir una declaración de amor más hermosa a una ciudad. Y no fue la única que regaló el Gato a Barcelona. Fundió en un verso la esencia de esa música callejera de la que hablamos "La rumba nació en la calle, hija de Cuba y u gitanito" y a partir de ahí el encadenado de todos lso barrios que eran y son en la ciudad.
Pero volvamos a lo nuestro a la música de la calle. Aquí, muy cerca de mi barrio, está el Pan Bendito. Otro barrio, otras gentes, gitanos y emigrantes nacionales en un principio y una ONU de todas las razas y pasaportes ahora. Allí, en el barrio del "me lo das o te lo quito" se crió el "Langui", uno de los tíos más fuertes y más libres que conozco que de la mano de la música con "La Excepción" o desde el cine -tiene ya un Goya- le gritó al mundo la realidad de su vida y de su barrio.



Lo que no vieron las discográficas en el hip hop -en cierto modo lo desprecian- sí han sabido verlo quienes conocen su fuerza y tratan de emplearla en causas inteligentes. Aquí aparecen muchos de quienes lo cultivan, si no en Españla, sí en Madrid uniendo sus voces para el racismo.



Esta es la fuerza del hip hop y esa fuerza la razón por la que esta música está creciendo en España: saben de qué están hablando, saben cámo  y tienen razones para hacerlo. A mí, desde luego, el hip hop me interesa y mucho. Especialmente  este mulato de Torrejón que sabe mucho de la música y de las calles y se hace llamar El Chojín.



La calle y la música siempre han ido juntas ¿por qué no también ahora?

viernes, 9 de septiembre de 2011

IL PLEUT SUR LA MER

"Llueve sobre la mar y no sirve para nada". Con esos dos versos Allain Leprest, este joven viejo comunista -demasiado joven, porque cincuenta y siete son pocos años para dejar este mundo- me cautivó para siempre. Le descubrí, como se descubren las grandes coas, casi por casualidad. Fue gracias a esas nuevas tecnologías que tanto aborrecen quienes quieren vivir "de" y no "para" la música. Fue, claro está, en eso que llamamos la red y fue gracias a esa red que supe que la tradición de la canción poética francesa, la "chanson", no había muerto con Brel. Recuerdo que en estas mismas páginas me atreví a reprocharte, amigo Fernánndez, que no me hubieses informado de que Brel, el autor de la canción más hermosa y trste que se ha escrito, "Ne me quitte pas", seguía vivo bajo la piel de Leprest. Y es que las canciones y los versos de este ganial compositor y cantante desprendían ese perfume de melancolía que dejan los grandes amores y las grandes verdades del hombre. Verdades tan granbdes como la de que hay pocas cosas más inútiles que la lluvia sobre el mar.


Te he dicho que tuve la osadía de reprocharte no haberme hablado nunca de Leprest y es injusto haberlo hecho, porque, la verdad, Allain leprest tampoco era demasiado coocido entre el gran público e incluso entre la prensa francesa. Sin embargo, sus canciones eran muy apreciadas por sus colegas, tanto que alguna llegamos a escuchar en la voz de Juliette Gréco o Enzo Enzo. Por eso tiene más valor que alguien tan parco en elogios como Claude Nougaro, autor de "Le Cinema", haya dicho de él, aún en vida, que " era el autor más brillante bajo el cielo de la canción francesa.
Y menos mal que Leprest que, en mi opinión, aún no ha alcanzado el prestigio que merecen él y su obra aún, pudo recoger en sus tres últrimos años de vida, cuando la enfermedad se cebó con sus pulmones, todo el cariño de esos colegas que, desde Adamo a Olivia Ruiz, pasando por Sanseverino, participaron en el espectáculo homenaje a su música, que dio origen a esos dos bonditos álbumes de homenaje titulados, como el espectáculo del Bataclan "Chez Leprest", gracias a los cuales pude conocer su música..

Leprest, que, junto al acrordeonita Richard Galliano, obtuvo el Gran Prix du Disque de la Academia Charles Cross  por su álbum más "apache", "Voce a mano",  ha gozado también de gran reconocimiento también por su poesía. De hecho, obtuvo el Gran Premio de Poesía que le otorgaron sus compañeros de la SACEM, (Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música) y, como ciudadano que ha contribuido a la grandeza de Francia, la distinción de Caballero de la Orden del Mérito de la Nación.
Méritos y honores demasiado rimbombantes quizá, para alguien capaz de escribir algo tan delicado como este "Une valse pour rien" que canta aquí  junto a su emocionada hija Fantine.



El maldito cáncer de pulmón que arrancó de nuestro lado a nuestro amigo Charlie puso también fecha y hora para el final de la vida de Lepret, pero, rebelde como  siempre fue, quiso gastarle una broma al destino y, minetras pasaba unos días de descanso en casa de un amigo después de haber participado en el festival homenaje póstumo a su amigo,  el también comunista Jean Ferrat, decidió escribir su último verso. Así, el lunes 15 de agosto, al anochecer, Allain decidió que había luchado demasiado contra el cáncer al que ya había vencido y que quería descansar para siempre, como si nada pasase.



Nos hemos quedado sin saber cómo sería el álbum que preparaba, un álbum que recogería sus más bellas canciones, tantas, que iba a grabar este mes de seprtiembre con una orquesta sinfónica.
Francia, y no digamos nosotros, tardó en darse cuenta de lo grande que era este gigante... de la canción y de la vida.
Me lo imagino ahora, con su paquete de Gitanes y su zippo en la chaqueta, quiza con una copa de vino en la mano, bailando entre sombras en el infinito ese vals para nada o regando, una vez por semana las flores de ese jardín por el que nunca paseaba.